El presidente valenciano ha propuesto a principios de abril acelerar la producción mundial de vacunas antiCOVID-19 con una tercera vía entre el mercantilismo rampante que tenemos hoy, con las patentes en toda su plenitud, y la supresión radical que algunos preconizan: liberar las patentes, permitiendo su producción libre, pero compensando a las empresas por ello. Es una propuesta dirigida al Comité de Regiones de la UE en la que se invita a las 329 autoridades locales y regionales de la UE a reclamar de la Comisión Europea medidas efectivas para el acceso a la vacuna en todo el mundo.
No es extraño que esta propuesta venga de Puig, uno de los líderes autonómicos de mayor eficacia -así lo reflejan las cifras de contagios en la Comunidad Valenciana de esta pandemia, los más bajos de España-.
Liberación de patentes farmacéuticas
La liberación de patentes, con todo, es un asunto complejo, con debates que vienen de muy antiguo, en especial en el ámbito farmacéutico. Hay que apuntar antes de nada que una patente es un título de propiedad (que se puede vender, dividir, alquilar o expropiar) con el que una sociedad premia a los inventores. Pero, este premio ¿es beneficioso para la sociedad que lo otorga? ¿Y es indispensable para las empresas? La patente de la Aspirina, por ejemplo, fue rechazada en 1899 por las oficinas de patentes de Berlín e Londres (únicamente en EEUU se admitió una patente sobre su método de fabricación, que duró hasta 1917). Pero todo ello no impidió el éxito mundial de Bayer, que hoy prosigue, con este analgésico. O los millones de vidas salvadas por la penicilina a partir de 1943, cuyo no patentamiento permitió una producción en masa por cualquier laboratorio que quisiese y supiese hacerla. O lo sucedido en España, que hasta 1992 no concedió patentes a los medicamentos.
Todo lo contrario que sucedió con la epidemia de sida: los medicamentos aparecidos en los años 80 (el AZT) y 90 (los antirretrovirales de gran actividad) fueron patentados y vendidos a precios estratosféricos (10 mil dólares por paciente y año). Hasta que la India comenzó a producir genéricos a partir de 2001, estos fármacos fueron inaccesibles para decenas de millones de personas en todo el mundo, que fallecieron, unas muertes evitables que la industria farmacéutica llevará siempre a sus espaldas, y de las que algún día tendrá que rendir cuentas.
Licencias obligatorias
¿Debe repetirse con la covid-19 esta tragedia? La iniciativa de India y Sudáfrica, presentada en octubre en la organización Mundial del Comercio (OMC) de suspender las patentes, trata de evitarlo. Es algo legal, permitido por el artículo 31 de los ADPIC (Acuerdo de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio), uno de los acuerdos fundacionales de la OMC, firmados en Marrakech en 1994: la concesión de licencias obligatorias en situaciones de emergencia, como las de salud pública. Una práctica que Farmamundi apoya. Fue lo que aplicó Israel en marzo de 2020, acordando la producción local de genéricos de Kaletra(R) (lopinavir + ritonavir), un antisida de cierta eficacia contra el coronavirus, pagando a su propietaria AbbVie (sucesora de Abbott) los habituales royalties, en torno al 5% de las ventas.
El gobierno español debe alinearse con la iniciativa india-sudafricana en la OMC. Aún pendiente de dirimir. Con ello puede marcar una nueva senda en la UE, alejándose de su eje con EEUU-Suiza-Japón… que llega hasta Brasil, país que -liderado por el negacionista Bolsonaro- está en contra de la suspensión de patentes, pero que lanzó a finales de marzo una petición de ayuda sanitaria internacional, desbordado como está con las UCI a rebosar, y con miles de muertes diarias.
Iniciativa Ciudadana Europea ‘Right to Cure’
Otra acción en marcha que podemos secundar desde la ciudadanía es apoyar con nuestra firma la campaña europea #Right2Cure, donde una coalición de más de 200 organizaciones europeas de la sociedad civil de 14 países europeos impulsan una propuesta legislativa para instar a la Comisión Europea a que los productores de vacunas, como Pfizer/BioNTech, AstraZeneca y Moderna, compartan los conocimientos y la tecnología de las vacunas, renuncien a las patentes de manera temporal y permitan una producción de las vacunas a nivel mundial que asegure un acceso universal. Para ello, la coalición necesita recoger un millón de firmas.
Aún hay partido. Luchemos por ello. ¡La vida no es una mercancía!
Xosé María Torres
Farmacéutico y portavoz de patentes de Farmamundi
Reproducimos este artículo publicado en gallego en La Voz de Galicia el 17/4/2021.