Serena Branchi, alumna en prácticas del Máster de Cooperación al Desarrollo de la Universitat de València, está acompañando como voluntaria el proyecto ‘Construyendo Ciudadanía Global Crítica con el Derecho a la Salud Afectiva y Sexual: reconociendo, ejerciendo y reivindicando una salud integral a través de la movilización colectiva’, en colaboración con Valencia Acoge y financiado por la Generalitat Valenciana. Nos cuenta, a continuación, cómo ha sido su experiencia:
He participado en un total de 24 sesiones y un fin de semana de convivencia con las mujeres del proyecto. Cuando pienso en las sesiones de los grupos focales, me viene la imagen de mí misma dejando de apuntar las intervenciones de las participantes por querer escuchar con mayor atención sus palabras.
Allí, con el boli en la mano, la mirada fija en cada mujer, pensando que no debería ser yo de las pocas que tiene la oportunidad de escuchar sus experiencias y conocimientos sobre el derecho a la salud afectiva y sexual.
He podido contribuir a la construcción de un espacio en el que, desde lo personal y lo íntimo, las participantes han identificado y analizado las causas estructurales de sus sentires y malestares. He podido acompañar sus procesos de empoderamiento, teniendo la oportunidad de ver, y aprender con ellas, que lo personal y las emociones son instrumentos potentes para la reflexión en torno a la afectividad y la sexualidad. En estos espacios interculturales, desde el apoyo mutuo y la construcción colectiva de conocimientos, hemos gestado, sesión a sesión, discursos críticos cada vez más fuertes para reivindicar el derecho a la salud afectiva y sexual.
El poder de la educación para la transformación social participativa
El proceso de educación para la ciudadanía global en el que he participado me ha confirmado lo importante que es revertir las lógicas verticales en las actividades formativas y sociales. Considero imprescindible que los proyectos de cooperación y educación para el desarrollo rompan con la tradicional mirada asistencialista reconociendo los conocimientos y las capacidades que tienen las titulares de derechos: sin horizontalidad no puede haber transformación social. Y, en este sentido, participar como voluntaria en un proyecto así, ha sido una oportunidad con la que estoy agradecida y que se alinea con el activismo que vengo haciendo.
Sobre todo, agradezco a las mujeres participantes y cada una de sus reflexiones, pues me han acompañado en un camino de decolonización que pasa por revisar en profundidad la mirada hegemónica que construye un discurso universal aparente y erróneamente aplicable a cualquier cultura. Ya es hora de que nosotras, las personas con privilegios, hagamos el esfuerzo de identificar y analizar nuestros sesgos culturales para enriquecernos de otras visiones.