En plena crisis sanitaria por el coronavirus y con parte de los hospitales españoles colapsados y sobrepasados, siempre hay muestras de solidaridad que nos reafirman en la importancia del trabajo conjunto de la ciudadanía para superar esta pandemia. Nuestra compañera Rocio Falcón, farmacéutica y microbióloga de profesión y vocación, está prestando apoyo en el laboratorio de microbiología del Hospital Arnau de Vilanova, en Valencia, realizando las pruebas para detectar COVID-19.
El papel de los laboratorios de microbiología de los hospitales es identificar, mediante múltiples y distintas técnicas, los agentes patógenos que producen las distintas enfermedades infecciosas de los pacientes. “Éstos pueden ser tanto bacterias como virus, hongos o parásitos, por tanto, nuestro papel en esta epidemia es diagnosticar a los pacientes que están infectados por COVID-19, lo cual es crucial para asistir y dar un correcto manejo terapéutico a los pacientes, así como para combatir la diseminación de la infección llevando a cabo un correcto aislamiento de estas personas hasta que acabe el periodo de contagio”, cuenta Rocío, que trabaja en el área de Acción Humanitaria de Farmamundi como expatriada farmacéutica.
Técnicas de biología molecular
Todo este procedimiento requiere horas de trabajo. Al laboratorio llegan las muestras respiratorias de los pacientes donde puede estar el microorganismo: tanto de vías respiratorias altas como bajas: exudados faríngeos, nasales, aspirados bronquiales o lavados broncoalveolares. “Al llegar estas muestras al laboratorio, las inactivamos para lisar al virus y evitar posibles contagios y contaminaciones. Una vez inactivadas las muestras, se procede a la extracción del RNA, para lo cual disponemos de distintos mecanismos automatizados, proveídos por distintos fabricantes, y, por último, se amplifica el posible material genético existente en la muestra (si el paciente está infectado) y se detecta. Si el paciente no está infectado por el virus, no hay material genético para amplificar y no produce señal para detectar por la máquina, por lo que es negativo”, continúa Rocío, licenciada en Farmacia por la Universidad Complutense de Madrid y especialista y doctorada en microbiología por la Universitat de València, que recientemente ha regresado de un viaje de Irak, donde ha realizado la evaluación de un proyecto de atención sanitaria en varios campos de desplazados.
El principal problema al que nos enfrentamos es la falta de reactivos y personal cualificado para realizar los test.
“Los principales problemas a los que nos enfrentamos son la falta de reactivos para realizar estas técnicas por la alta demanda de la prueba, y la falta de personal para realizarla, ya que no es una prueba que se realizaba anteriormente en el trabajo de rutina de los laboratorios clínicos y además hay personal sanitario que ya ha sido contagiado por el microorganismo”, prosigue Rocío, que explica que al ser un proceso tan tedioso, y relativamente largo, los resultados no salen con tanta rapidez como se necesitaría para gestionar correctamente los ya saturados servicios de urgencias y medicina intensiva del hospital.
Pero ante las adversidades también sale la mejor parte de las personas. “El laboratorio está en un ala aislada del hospital, por lo que no tenemos contacto directo con los pacientes y no estamos en la primera línea del combate. Pero a pesar del cansancio ya palpable del personal sanitario, se intuye un espíritu solidario, traducido en jornadas laborables, que, aunque inacabables, están llenas de intensas emociones, y actos de compañerismo y generosidad por parte de todos los profesionales del hospital. Gracias a las mascarillas hemos aprendido a mirarnos a los ojos”, concluye emocionada Rocío Falcón.
